viernes, 1 de septiembre de 2017

Julio Palmaz y los desafíos de la nanotecnología



Campero, secretario de Articulación Científica Tecnológica, presentó al creador del stent, Julio Palmaz.

El creador del stent expandible ofreció una charla en el Centro Cultural de la Ciencia sobre los avances tecnológicos en aparatos cardiovasculares.

“Es un momento histórico para hacer un cambio drástico”, afirmó el doctor en Radiología Vascular del Centro de Ciencias de la Salud de la Universidad de Texas San Antonio (UTSA) y creador del stent expandible, Julio Palmaz, en el Centro Cultural de la Ciencia.

La eminencia se refirió al nuevo camino que puede tomar la tecnología de aparatos cardiovasculares durante la conferencia “La tecnología sobre los aparatos cardiovasculares: antecedentes, tendencias y prospectivas”, organizada por la Secretaría de Articulación Científica Tecnológica del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva.

“Los aparatos cardiovasculares actuales siguen mejorándose pero no son disruptivos”, señaló el doctor y mostró los hitos en el desarrollo tecnológico en los últimos 25 años hasta hoy.

La utilización de materiales tradicionales y el método de fabricación actual (ensamblaje) llegaron al punto “de la necesidad de un cambio de paradigma en el desarrollo de aparatos cardiovasculares”.

La posibilidad de utilizar nanotecnología en la fabricación “sería un paso significativo y es posible”, subrayó el doctor quien se refirió a la nanotecnología en medicina como antecedente exitoso para dar lugar a la nanofabricación y capside virales como nano-bloques; nano-tubos, nano-esferas y nano-partículas de carbono.


En el marco de su visita, Palmaz visitó el Parque de las Ciencias, espacio verde donde los juegos están inspirados en el cuerpo humano.

“Hablamos de 50 años de aquí donde la medicina sea sin bisturí o catéter. No está muy lejos”, expresó esperanzado.

La presentación estuvo a cargo del secretario de Articulación Científica Tecnológica, Agustín Campero, quien destacó estos “proyectos de impacto social”.

Aprovechando su visita en el Polo Científico Tecnológico, Campero y Palmaz visitaron el Parque de las Ciencias inspirado en el cuerpo humano.

MINCyT



jueves, 27 de abril de 2017

Método de diagnóstico más eficiente con nanopartículas de plata


Jeremías Di Pietro | CCT Córdoba para la edición de Nanoscale. Imagen reproducida con permiso de Eduardo Coronado y la Royal Society of Chemistry (Nanoscale 2016,8)

La nanotecnología permitió diseñar un biosensor cinco veces más económico y entre 80 y 160 veces más sensible que el método más usado actualmente para los análisis bioquímicos de rutina.

Científicos del CONICET crearon un biosensor para el diagnóstico y pronóstico de diversas enfermedades, en base a la unión de nanopartículas de plata con moléculas biológicas.

El desarrollo estuvo a cargo del grupo de Bio-Nanoplasmómonica liderado por Eduardo Coronado, investigador principal del CONICET en el Instituto de Investigaciones en Físico-Química de Córdoba (INFQC, CONICET-UNC), e integrado por Juan Fraire, becario en el mismo instituto y Rubén Motrich, investigador adjunto en el Centro de Investigaciones en Bioquímica Clínica e Inmunología (CIBICI, CONICET-UNC).

Los resultados de la investigación fueron publicados en la revista Nanoscale de la Royal Society of Chemistry del Reino Unido y fue seleccionado para ocupar la contratapa.

El método creado puede detectar la presencia de antígenos específicos –agentes que que generan una respuesta del sistema inmune y pueden causar una patología- y además determinar la cantidad en la que se encuentran en la muestra.

Este procedimiento, bautizado como IDILA (del inglés Intensity Depletion Immunolinked Assay, Ensayo Inmunoasociado de Depleción de Intensidad) puede llevarse a cabo con los equipamientos disponibles en cualquier laboratorio de análisis bioquímico y presenta numerosas ventajas frente a ELISA, el método más utilizado en la actualidad para diagnosticar enfermedades diversas.

“Se realiza en menos de la mitad del tiempo, es cinco veces más económico y reconoce al antígeno en concentraciones mucho más bajas -entre 80 y 160 por ciento”, asegura Fraire.


Eduardo Coronado, Juan Fraire y Rubén Motrich. Foto: CCT Córdoba.

La clave para el funcionamiento de IDILA radica en las propiedades ópticas de las nanopartículas metálicas en solución, o sea cuando están dispersas en un medio líquido.

“Dependiendo del material que la compone, su tamaño y su forma, cada partícula es capaz de captar y amplificar una longitud de onda de luz determinada –es decir absorber o dispersar una señal lumínica de un color específico-, que puede ser medida por un equipo de uso corriente en los laboratorios, llamado espectrofotómetro.

Sin embargo, esta señal se modifica de acuerdo al entorno y de las sustancias con las que interacciona: presencia de diversas moléculas, de otras nanopartículas, etcétera”, explica Coronado.

En particular, la tecnología desarrollada consiste en la unión de nanoesferas de plata -cuyo diámetro equivale a 60 millonésimas de milímetro- en contacto con moléculas que existen naturalmente en los organismos vivos y por eso se conocen como biológicas.

La receta sería algo así: “En una solución se colocan nanopartículas de plata que presentan un color amarillo.

Luego se añade un conjunto de moléculas biológicas que se adhieren a las nanopartículas y atraen anticuerpos -sustancias generadas por el sistema inmune para defender al organismo de antígenos-.

Al interaccionar el anticuerpo con las moléculas biológicas y las partículas se forma un dímero -o sea dos nanopartículas de plata unidas por un puente molecular-.

Este dímero presenta una señal lumínica de un color amarillo más claro”, explica Fraire.

Por su parte, el anticuerpo reconoce y ataca a un antígeno específico, como piezas de un rompecabezas que encajan mutuamente entre sí y no con otros.

Entonces si a la solución en la que se formaron los dímeros se agrega una muestra, por ejemplo de sangre, que posee el antígeno específico, se pegará al anticuerpo.

Como resultado se inhibe la formación del puente molecular y por lo tanto la formación de dímeros, y queda una mayor concentración de monómeros formados por: una sola nanopartícula + molécula biológica + anticuerpo + antígeno.

La intensidad de la señal depende de la proporción de dímeros y monómeros, al desfavorecerse la formación de dímeros la señal lumínica vuelve a intensificarse y a mayor cantidad de antígeno se observa una coloración amarilla de mayor intensidad.

Medir esta señal permite, entonces saber si un paciente tiene una patología y, además determinar cuál es su grado de avance.


IDILA en detalle

“En primer lugar hicimos interactuar las nanopartículas con biotina y estreptavidina, que son dos moléculas biológicas que existen en la naturaleza y tienen altísima afinidad entre ellas, es decir que tienden a unirse”, explica Coronado.

“Entonces, la biotina une dos nanopartículas y luego atrae la estreptavidina, modificando la luz que emitían por separado”, agrega Fraire.

A su vez, la estreptavidina tiene cuatro sitios de unión –lugares mediante los cuales puede interactuar con otras moléculas-, de los cuales queda ocupado sólo uno.

Allí surgió la posibilidad de agregar a la mezcla un anticuerpo para que se adhiriera en alguno de los sitios que quedaban libres.

Agregaron, entonces, un anticuerpo que responde a un antígeno llamado interleuquina que “liberan las células del sistema inmune ante un fenómeno inflamatorio y es detectado como una amenaza en artritis reumatoidea, una enfermedad autoinmune en las articulaciones”, describe Motrich.

El resultado es entonces una especie de sándwich formado de la siguiente manera: nanopartícula – biotina – estreptavidina – anticuerpo – estreptavidina – biotina – nanopartícula. Sigue siendo un dímero, con la misma señal lumínica.



¿Qué ocurre frente a la presencia del antígeno?

Al incorporar en la solución una muestra real de pacientes ya diagnosticados con artritis reumatoidea, el antígeno interleuquina se pega a su anticuerpo específico y el dímero de plata no se forma.

Ahora la señal lumínica es de un amarillo más intenso.

A medida que aumenta la cantidad de antígeno, más intensa es la señal.

“Se construye una curva de calibración en función de la concentración del antígeno que permite cuantificarlo; de acuerdo a la intensidad de la señal lumínica que emiten las partículas puede identificarse qué cantidad de antígenos contiene la solución.

Esto se produce por la respuesta del anticuerpo y no depende del tamaño del antígeno por lo que el método podría generalizarse a otras enfermedades”, agregan Fraire y Coronado.

Esta tecnología abre infinitas posibilidades de investigación y aplicación no sólo para el diagnóstico y pronóstico de patologías sino también para, por ejemplo, el control de calidad en productos, como podría ser la detección de gluten en alimentos para celíacos.



Eduardo Coronado es miembro del Editorial Advisory Board de la prestigiosa revista The Journal of Physical Chemistry de la American Chemical Society de Estados Unidos.

Es un pionero en nuestro país en el área de la Plasmónica, que estudia las propiedades ópticas de nanoestructuras metálicas muy pequeñas (en la escala del nanometro) y sus aplicaciones para la detección ultrasensible de moléculas.

Es co-autor de una referencia clásica en el tema “The optical properties of metal nanoparticles: the influence of size, shape and dielectric environment” que ha sido la sexta publicación más citada de The Journal of Physical Chemistry durante sus ciento veinte años de historia, con casi 5000 citas.

Esta publicación es un artículo de revisión de las propiedades ópticas de nanopartículas plasmónicas con especial énfasis en el uso de modelos simples y en los métodos de cálculos que son relevantes para la interpretación de las mediciones de los espectros de extinción y la amplificación de las señales Raman inducidas por nanoestructuras metálicas (SERS)

Por Mariela López Cordero. CCT Córdoba.

Sobre investigación

– Juan Fraire. Becario doctoral. INFIQC, CONICET UNC.
– Rubén Motrich. Investigador adjunto. CIBICI, CONICET-UNC.
– Eduardo Coronado. Investigador principal. INFIQC, CONICET UNC.

CONICET


martes, 18 de abril de 2017

Investigadores argentinos crean un nanosistema que combina fotónica y plasmónica


La tapa de Journal of Materials Chemistry C. 
Foto: gentileza UNSAM

Un grupo de investigadores de la UNSAM, el CONICET, la UBA, la CNEA y el INTI diseñó un nanosistema con múltiples aplicaciones.

El desarrollo fue tapa de la prestigiosa revista inglesa Journal of Materials Chemistry C.

“Crear un nanosistema es como formar a una buena cantante y además diseñar un teatro con la mejor acústica para su voz.

Es decir, si la cantante está ubicada en el lugar adecuado, su voz va a sonar mucho mejor.

Esto es lo mismo: podemos tener una nanopartícula capacitada para detectar moléculas o catalizar reacciones químicas, pero si la colocamos en la arquitectura adecuada, va a desempeñar mejor su función”, explica el decano del Instituto de Nanosistemas e investigador principal del CONICET Galo Soler Illia, uno de los coautores de la investigación publicada por la prestigiosa revista inglesa Journal of Material Chemistry C que puede consultarse aquí.

“Lo que hicimos fue combinar el campo de la fotónica y la plasmónica, algo poco frecuente para la comunidad global de nanoóptica.

Esta unión nos permitió generar un efecto de intensificación local del campo eléctrico (llamado efecto plasmón), amplificado por la arquitectura fotónica creada a su alrededor”, amplía Soler Illia para describir el nanosistema que creó junto con María Luz Martínez Ricci, investigadora del CONICET en INQUIMAE (Facultad de Ciencias Exactas y Naturales, Universidad de Buenos Aires —UBA—); María Cecilia Fuertes, investigadora del CONICET en la Comisión Nacional de Energía Atómica —CNEA— y docente del Instituto Sabato; Martín Bellino, investigador del CONICET en la CNEA; Gustavo Giménez, del Instituto Nacional de Tecnología Industrial; y Rodrigo Martínez Gazoni, de la UBA, que se encuentra finalizando su doctorado en la Universidad de Cantebury (Nueva Zelanda).

“Para nosotros, la recepción que tuvo el artículo fue una gran satisfacción”, cuenta la física Martínez Ricci.

“Se trata de un artículo que tiene muchos años de trabajo interdisciplinario por detrás: la síntesis controlada de nanopartículas de plata fue la tesis de Cecilia Fuertes (ingeniera en Materiales y doctora en Ciencia y Tecnología), dirigida por Soler Illia, y a ella se suma la tesis de la Licenciatura en Física de Rodrigo Martínez Gazoni, que dirigimos junto con Martín Bellino.

El cruce de la física y la química dio lugar a este interesante trabajo que, más allá de las edades, involucra a tres generaciones de investigadores”, reflexiona.

“Es un trabajo muy visual y muy simple de hacer.

Tiene un enfoque racional que permite planificar, calcular y comprender, y que lleva a aplicaciones en el mediano plazo”, detalla Soler Illía.

“Además, es muy importante que haya sido una colaboración entre científicos de diferentes instituciones y de diferente formación técnica.

Físicos, químicos e ingenieros trabajando en conjunto; ese es el espíritu de la nanotecnología actual que queremos fomentar en el INS”.


Galo Soler Illia. 
Foto: gentileza UNSAM

Plasmónica y fotónica 

La materia a escala nano presenta propiedades emergentes que difícilmente pueden ser anticipadas con los conocimientos disponibles.

En este escenario, la plasmónica y la fotónica son dos campos muy interesantes que abren nuevas perspectivas en el manejo de la luz y de las propiedades del campo eléctrico de la materia en la nanoescala.

La plasmónica se ocupa de la interacción de la luz con los electrones de determinados materiales que están relativamente libres, como los metales.

Esta interacción da lugar a colores únicos dados por la oscilación colectiva de los electrones en una nanopartícula.

Esta técnica ha sido usada desde la antigüedad sin saber su justificativo teórico, como en la coloración de vidrios para su uso en la construcción de catedrales o la confección de vajilla con púrpura de Casio.

La fotónica es la ciencia y arte de direccionar la luz para que cumpla determinadas funciones. 

Un claro ejemplo se da en los cristales fótónicos, presentes incluso en la naturaleza. Se observa fotónica en piedras como los ópalos, en las alas de las mariposas, en los camaleones o incluso en los ojos de las moscas. 

Los colores brillantes de estos objetos e insectos se producen cuando la luz —que es una onda— interactúa con objetos de un tamaño similar. 

Esta propiedad está presente en múltiples circunstancias de la vida diaria, como el fenómeno de interferencia que se da en una capa muy delgada de nafta o aceite depositada sobre un charco de agua, lo que conlleva al refuerzo de algunos colores que son los que observamos en la superficie. 

En el caso de las mariposas Morpho, la delicada estructura de proteínas de sus alas —dispuesta en arreglos periódicamente ubicados en la escala de los cientos de nanómetros— es la responsable de su luminoso color azul. 

Estos sistemas nanométricos, organizados espacialmente en la nanoescala, se disponen de manera análoga a los átomos de un cristal. 

De allí viene el término “cristales fotónicos”. 

En un cristal fotónico, las ondas de luz se reflejan y refractan en cada uno de los objetos periódicos y dan lugar a una marcada amplificación del color azul.

El nanosistema 

La nanotecnología tiene diferentes niveles de complejidad. La síntesis de nanopartículas o películas delgadas transparentes es la piedra fundamental para esta clase de sistema nanotecnológicos. 

A partir de allí, la complejidad puede incrementarse mediante la creación de nanosistemas espacialmente organizados. 

El equipo de investigadores UNSAM-UBA-CNEA-INTI diseñó un cristal fotónico que surge de la apilación de esas películas delgadas (nanoestructuradas para regular el comportamiento de la luz) luego de haberles incorporado nanopartículas metálicas en posiciones bien definidas y estratégicamente elegidas. 

Estos nanosistemas requieren miles de cálculos y definiciones acerca de sus funciones. 

Si las capas son porosas y ópticamente claras, la luz y las moléculas pueden entrar y salir, y el nanosistema puede servir como un sensor o un centro de catálisis, apto para ser activado con irradiaciones controladas de luz.

Para este trabajo, se diseñó un cristal fotónico poroso que atrapa y concentra luz de determinado color y la inyecta en las nanopartículas de plata que están incluidas en el sistema poroso. 

Las nanopartículas reciben esa luz y pueden transferir esa energía a sus alrededores. 

Este efecto fue usado en este caso para mejorar la detección de moléculas que están atrapadas dentro de los poros. Soler Illia concluye: 

“Este tipo de nanosistemas permite al mismo tiempo atrapar un contaminante o una molécula biológica y detectarlo mediante una vía optica. 

Como la técnica que se ha desarrollado es compatible con la industria electrónica y de fibras ópticas, esto puede dar lugar a sensores ópticos de la molécula que se elija y además tiene potencial en sensado remoto en medioambiente, en la industria de alimentos o incluso en salud”.

Por Alejandro Zamponi – gentileza UNSAM.

CONICET


miércoles, 22 de marzo de 2017

Nanorremediación de arsénico en aguas para consumo humano


La presencia de arsénico es un problema que afecta a una gran parte del territorio argentino -16 provincias, 435.000 km2 y 2,5 millones de habitantes- e implica una erogación de 14 millones de dólares para el presupuesto del área de salud pública, causada por el Hidroarsenicismo Crónico Regional Endémico, enfermedad cancerígena que afecta a los huesos y la epidermis de los consumidores de aguas contaminadas.

El proyecto de la empresa Nanotek S.A. propone la utilización de nanopartículas de hierro cerovalente en napas subterráneas para la absorción de arsénico.

Este proceso de mitigación del arsénico utiliza luz UV para acelerar y catalizar la reacción, basada en la atracción magnética de las nanopartículas que se encargan de absorber el contaminante.

fan.org.ar

domingo, 12 de febrero de 2017

Bioplásticos para un futuro sustentable


Investigadores del Departamento de Física obtuvieron el UBATEC 2016. 

El proyecto ganador pertenece al área de estudios sobre envases y embalajes y permite seguir avanzando en la línea de los llamados bioplásticos.

La Dra. Silvia Goyanes y su equipo del Laboratorio de Polímeros y Materiales Compuestos obtuvieron un nuevo reconocimiento.

Se trata del premio UBATEC a la innovación e investigación aplicada que otorgan la Universidad de Buenos Aires, la Unión Industrial Argentina, el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires y la Confederación General de la Industria.

Con el dinero ganado van a poder adquirir maquinaria nueva para su laboratorio y, de este modo, producir polímeros biodgradables para utilizar como envases a mayor escala.

El equipo de investigadores se conforma por físicos, químicos, ingenieros en alimentos y biotecnólogos.

Trabajan conjuntamente en la producción de un film –la película plástica que recubre los alimentos- a base de almidón de mandioca y lo mejoran con diferentes aditivos, mediante una novedosa técnica y única en la UBA, la extrusión.

“La idea es transferir al sector industrial un protocolo para que puedan fabricar envases a partir de recursos renovables y completamente biodegradables.

Propusimos desarrollar un plástico a base de almidón pero supliendo las deficiencias mecánicas que tiene el material, como la permeación al oxígeno y al vapor de agua”, dice Silvia Goyanes, de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA.

El  proceso de enriquecer el plástico varía según la finalidad que se persigue, como ayudar a conservar alimentos para el consumo cotidiano o para proteger frutos de exportación.

Pueden sumarse antioxidantes –naturales o industriales- y comestibles como extracto de romero, yerba mate, té verde o albahaca.

También suelen incorporarse nutrientes como proteínas o hierro como suplementos del alimento en sí, cargas como refuerzo o agentes de entrecruzamiento.

Plásticos hechos de raíces

La fécula de mandioca –o yuca- tiene ventajas considerables en comparación con otras, como las hechas de papa o maíz.

Por un lado, posee mejores oportunidades alimenticias, ya que resulta apta para celíacos; y  por otro, estimula la manufactura de un cultivo que, en nuestro país, se produce más de lo que se consume.

El almidón se desintegra con facilidad una vez desechado.

Esta característica resulta muy provechosa en términos ecológicos, pero se convierte en un desafío a la hora de utilizarlo como materia prima de materiales para envases que sean competitivos con los plásticos actuales

Por lo que, los científicos buscan hacer un plástico más resistente para su manipulación y que pueda descomponerse en menos de tres meses.

En este sentido, Goyanes explica el rol fundamental que juegan las dimensiones nano -la millonésima parte de un milímetro- en su proyecto.

Con una cantidad muy pequeña de nanopartículas de almidón se modifica la estructura del producto, aumentan las propiedades mecánicas y mejoran las condiciones de permeabilidad del film.

Lo que sucede es que se pasa de una estructura lineal a otra con vueltas y rodeos, las partículas generan caminos tortuosos por lo que hacen más difícil el traspaso de las moléculas de agua o gases.

“La mirada de los físicos permite caracterizar los materiales de esta manera, hacer por ejemplo, una identificación completa del entrecruzamiento del almidón debido al de ácido cítrico”, explica  la dra. Lucía Famá, otra de las responsables de la investigación.

Este ácido natural -comestible y de bajo costo- permite que el nuevo material se comporte como una red de tres dimensiones, más estable frente a la humedad y al agua.




Premio a la innovación

Con el galardón, los científicos pueden continuar el proceso de los biopolímeros a través de otra máquina que se suma a la producción.

Hasta ahora el laboratorio cuenta con una extrusora  que fabrica “hilos” de plástico -igual a la que se utiliza en la industria-, pero no contaban con la sopladora que permite transformar las hebras en bolsas.

“El desafío es mantener la distribución de las nanopartículas de almidón en una masa macroscópica, es esta caso la bolsa o el film continuo.

Esa correcta distribución de las nanopartículas es la que va a garantizar las propiedades de permeación, de elongación y de tracción necesarias en el nuevo material”, detalla Goyanes.

Las investigadoras aclaran que la nueva línea de envases seguirá siendo biodegradable pero no comestible.

Algunos aditivos aportan más resistencia al packaging  y pueden resultar muy útiles y resistentes para, por ejemplo, los limones y otros frutos de exportación

En relación al premio y la posibilidad de mejorar el laboratorio Goyanes concluye:

“Queremos constituirnos como un grupo de investigación que desde la ciencia básica brinde soluciones tecnológicas y que pueda ayudar a generar respuestas en el desarrollo de plásticos biodegradables, ayudar a transferir conocimientos desde la universidad al sector industrial, al potenciamiento del país en ese sentido.

Pero, no hay transferencia tecnológica sin ciencia básica”.

Por Lis Tous
df.uba.ar