jueves, 27 de abril de 2017

Método de diagnóstico más eficiente con nanopartículas de plata


Jeremías Di Pietro | CCT Córdoba para la edición de Nanoscale. Imagen reproducida con permiso de Eduardo Coronado y la Royal Society of Chemistry (Nanoscale 2016,8)

La nanotecnología permitió diseñar un biosensor cinco veces más económico y entre 80 y 160 veces más sensible que el método más usado actualmente para los análisis bioquímicos de rutina.

Científicos del CONICET crearon un biosensor para el diagnóstico y pronóstico de diversas enfermedades, en base a la unión de nanopartículas de plata con moléculas biológicas.

El desarrollo estuvo a cargo del grupo de Bio-Nanoplasmómonica liderado por Eduardo Coronado, investigador principal del CONICET en el Instituto de Investigaciones en Físico-Química de Córdoba (INFQC, CONICET-UNC), e integrado por Juan Fraire, becario en el mismo instituto y Rubén Motrich, investigador adjunto en el Centro de Investigaciones en Bioquímica Clínica e Inmunología (CIBICI, CONICET-UNC).

Los resultados de la investigación fueron publicados en la revista Nanoscale de la Royal Society of Chemistry del Reino Unido y fue seleccionado para ocupar la contratapa.

El método creado puede detectar la presencia de antígenos específicos –agentes que que generan una respuesta del sistema inmune y pueden causar una patología- y además determinar la cantidad en la que se encuentran en la muestra.

Este procedimiento, bautizado como IDILA (del inglés Intensity Depletion Immunolinked Assay, Ensayo Inmunoasociado de Depleción de Intensidad) puede llevarse a cabo con los equipamientos disponibles en cualquier laboratorio de análisis bioquímico y presenta numerosas ventajas frente a ELISA, el método más utilizado en la actualidad para diagnosticar enfermedades diversas.

“Se realiza en menos de la mitad del tiempo, es cinco veces más económico y reconoce al antígeno en concentraciones mucho más bajas -entre 80 y 160 por ciento”, asegura Fraire.


Eduardo Coronado, Juan Fraire y Rubén Motrich. Foto: CCT Córdoba.

La clave para el funcionamiento de IDILA radica en las propiedades ópticas de las nanopartículas metálicas en solución, o sea cuando están dispersas en un medio líquido.

“Dependiendo del material que la compone, su tamaño y su forma, cada partícula es capaz de captar y amplificar una longitud de onda de luz determinada –es decir absorber o dispersar una señal lumínica de un color específico-, que puede ser medida por un equipo de uso corriente en los laboratorios, llamado espectrofotómetro.

Sin embargo, esta señal se modifica de acuerdo al entorno y de las sustancias con las que interacciona: presencia de diversas moléculas, de otras nanopartículas, etcétera”, explica Coronado.

En particular, la tecnología desarrollada consiste en la unión de nanoesferas de plata -cuyo diámetro equivale a 60 millonésimas de milímetro- en contacto con moléculas que existen naturalmente en los organismos vivos y por eso se conocen como biológicas.

La receta sería algo así: “En una solución se colocan nanopartículas de plata que presentan un color amarillo.

Luego se añade un conjunto de moléculas biológicas que se adhieren a las nanopartículas y atraen anticuerpos -sustancias generadas por el sistema inmune para defender al organismo de antígenos-.

Al interaccionar el anticuerpo con las moléculas biológicas y las partículas se forma un dímero -o sea dos nanopartículas de plata unidas por un puente molecular-.

Este dímero presenta una señal lumínica de un color amarillo más claro”, explica Fraire.

Por su parte, el anticuerpo reconoce y ataca a un antígeno específico, como piezas de un rompecabezas que encajan mutuamente entre sí y no con otros.

Entonces si a la solución en la que se formaron los dímeros se agrega una muestra, por ejemplo de sangre, que posee el antígeno específico, se pegará al anticuerpo.

Como resultado se inhibe la formación del puente molecular y por lo tanto la formación de dímeros, y queda una mayor concentración de monómeros formados por: una sola nanopartícula + molécula biológica + anticuerpo + antígeno.

La intensidad de la señal depende de la proporción de dímeros y monómeros, al desfavorecerse la formación de dímeros la señal lumínica vuelve a intensificarse y a mayor cantidad de antígeno se observa una coloración amarilla de mayor intensidad.

Medir esta señal permite, entonces saber si un paciente tiene una patología y, además determinar cuál es su grado de avance.


IDILA en detalle

“En primer lugar hicimos interactuar las nanopartículas con biotina y estreptavidina, que son dos moléculas biológicas que existen en la naturaleza y tienen altísima afinidad entre ellas, es decir que tienden a unirse”, explica Coronado.

“Entonces, la biotina une dos nanopartículas y luego atrae la estreptavidina, modificando la luz que emitían por separado”, agrega Fraire.

A su vez, la estreptavidina tiene cuatro sitios de unión –lugares mediante los cuales puede interactuar con otras moléculas-, de los cuales queda ocupado sólo uno.

Allí surgió la posibilidad de agregar a la mezcla un anticuerpo para que se adhiriera en alguno de los sitios que quedaban libres.

Agregaron, entonces, un anticuerpo que responde a un antígeno llamado interleuquina que “liberan las células del sistema inmune ante un fenómeno inflamatorio y es detectado como una amenaza en artritis reumatoidea, una enfermedad autoinmune en las articulaciones”, describe Motrich.

El resultado es entonces una especie de sándwich formado de la siguiente manera: nanopartícula – biotina – estreptavidina – anticuerpo – estreptavidina – biotina – nanopartícula. Sigue siendo un dímero, con la misma señal lumínica.



¿Qué ocurre frente a la presencia del antígeno?

Al incorporar en la solución una muestra real de pacientes ya diagnosticados con artritis reumatoidea, el antígeno interleuquina se pega a su anticuerpo específico y el dímero de plata no se forma.

Ahora la señal lumínica es de un amarillo más intenso.

A medida que aumenta la cantidad de antígeno, más intensa es la señal.

“Se construye una curva de calibración en función de la concentración del antígeno que permite cuantificarlo; de acuerdo a la intensidad de la señal lumínica que emiten las partículas puede identificarse qué cantidad de antígenos contiene la solución.

Esto se produce por la respuesta del anticuerpo y no depende del tamaño del antígeno por lo que el método podría generalizarse a otras enfermedades”, agregan Fraire y Coronado.

Esta tecnología abre infinitas posibilidades de investigación y aplicación no sólo para el diagnóstico y pronóstico de patologías sino también para, por ejemplo, el control de calidad en productos, como podría ser la detección de gluten en alimentos para celíacos.



Eduardo Coronado es miembro del Editorial Advisory Board de la prestigiosa revista The Journal of Physical Chemistry de la American Chemical Society de Estados Unidos.

Es un pionero en nuestro país en el área de la Plasmónica, que estudia las propiedades ópticas de nanoestructuras metálicas muy pequeñas (en la escala del nanometro) y sus aplicaciones para la detección ultrasensible de moléculas.

Es co-autor de una referencia clásica en el tema “The optical properties of metal nanoparticles: the influence of size, shape and dielectric environment” que ha sido la sexta publicación más citada de The Journal of Physical Chemistry durante sus ciento veinte años de historia, con casi 5000 citas.

Esta publicación es un artículo de revisión de las propiedades ópticas de nanopartículas plasmónicas con especial énfasis en el uso de modelos simples y en los métodos de cálculos que son relevantes para la interpretación de las mediciones de los espectros de extinción y la amplificación de las señales Raman inducidas por nanoestructuras metálicas (SERS)

Por Mariela López Cordero. CCT Córdoba.

Sobre investigación

– Juan Fraire. Becario doctoral. INFIQC, CONICET UNC.
– Rubén Motrich. Investigador adjunto. CIBICI, CONICET-UNC.
– Eduardo Coronado. Investigador principal. INFIQC, CONICET UNC.

CONICET


martes, 18 de abril de 2017

Investigadores argentinos crean un nanosistema que combina fotónica y plasmónica


La tapa de Journal of Materials Chemistry C. 
Foto: gentileza UNSAM

Un grupo de investigadores de la UNSAM, el CONICET, la UBA, la CNEA y el INTI diseñó un nanosistema con múltiples aplicaciones.

El desarrollo fue tapa de la prestigiosa revista inglesa Journal of Materials Chemistry C.

“Crear un nanosistema es como formar a una buena cantante y además diseñar un teatro con la mejor acústica para su voz.

Es decir, si la cantante está ubicada en el lugar adecuado, su voz va a sonar mucho mejor.

Esto es lo mismo: podemos tener una nanopartícula capacitada para detectar moléculas o catalizar reacciones químicas, pero si la colocamos en la arquitectura adecuada, va a desempeñar mejor su función”, explica el decano del Instituto de Nanosistemas e investigador principal del CONICET Galo Soler Illia, uno de los coautores de la investigación publicada por la prestigiosa revista inglesa Journal of Material Chemistry C que puede consultarse aquí.

“Lo que hicimos fue combinar el campo de la fotónica y la plasmónica, algo poco frecuente para la comunidad global de nanoóptica.

Esta unión nos permitió generar un efecto de intensificación local del campo eléctrico (llamado efecto plasmón), amplificado por la arquitectura fotónica creada a su alrededor”, amplía Soler Illia para describir el nanosistema que creó junto con María Luz Martínez Ricci, investigadora del CONICET en INQUIMAE (Facultad de Ciencias Exactas y Naturales, Universidad de Buenos Aires —UBA—); María Cecilia Fuertes, investigadora del CONICET en la Comisión Nacional de Energía Atómica —CNEA— y docente del Instituto Sabato; Martín Bellino, investigador del CONICET en la CNEA; Gustavo Giménez, del Instituto Nacional de Tecnología Industrial; y Rodrigo Martínez Gazoni, de la UBA, que se encuentra finalizando su doctorado en la Universidad de Cantebury (Nueva Zelanda).

“Para nosotros, la recepción que tuvo el artículo fue una gran satisfacción”, cuenta la física Martínez Ricci.

“Se trata de un artículo que tiene muchos años de trabajo interdisciplinario por detrás: la síntesis controlada de nanopartículas de plata fue la tesis de Cecilia Fuertes (ingeniera en Materiales y doctora en Ciencia y Tecnología), dirigida por Soler Illia, y a ella se suma la tesis de la Licenciatura en Física de Rodrigo Martínez Gazoni, que dirigimos junto con Martín Bellino.

El cruce de la física y la química dio lugar a este interesante trabajo que, más allá de las edades, involucra a tres generaciones de investigadores”, reflexiona.

“Es un trabajo muy visual y muy simple de hacer.

Tiene un enfoque racional que permite planificar, calcular y comprender, y que lleva a aplicaciones en el mediano plazo”, detalla Soler Illía.

“Además, es muy importante que haya sido una colaboración entre científicos de diferentes instituciones y de diferente formación técnica.

Físicos, químicos e ingenieros trabajando en conjunto; ese es el espíritu de la nanotecnología actual que queremos fomentar en el INS”.


Galo Soler Illia. 
Foto: gentileza UNSAM

Plasmónica y fotónica 

La materia a escala nano presenta propiedades emergentes que difícilmente pueden ser anticipadas con los conocimientos disponibles.

En este escenario, la plasmónica y la fotónica son dos campos muy interesantes que abren nuevas perspectivas en el manejo de la luz y de las propiedades del campo eléctrico de la materia en la nanoescala.

La plasmónica se ocupa de la interacción de la luz con los electrones de determinados materiales que están relativamente libres, como los metales.

Esta interacción da lugar a colores únicos dados por la oscilación colectiva de los electrones en una nanopartícula.

Esta técnica ha sido usada desde la antigüedad sin saber su justificativo teórico, como en la coloración de vidrios para su uso en la construcción de catedrales o la confección de vajilla con púrpura de Casio.

La fotónica es la ciencia y arte de direccionar la luz para que cumpla determinadas funciones. 

Un claro ejemplo se da en los cristales fótónicos, presentes incluso en la naturaleza. Se observa fotónica en piedras como los ópalos, en las alas de las mariposas, en los camaleones o incluso en los ojos de las moscas. 

Los colores brillantes de estos objetos e insectos se producen cuando la luz —que es una onda— interactúa con objetos de un tamaño similar. 

Esta propiedad está presente en múltiples circunstancias de la vida diaria, como el fenómeno de interferencia que se da en una capa muy delgada de nafta o aceite depositada sobre un charco de agua, lo que conlleva al refuerzo de algunos colores que son los que observamos en la superficie. 

En el caso de las mariposas Morpho, la delicada estructura de proteínas de sus alas —dispuesta en arreglos periódicamente ubicados en la escala de los cientos de nanómetros— es la responsable de su luminoso color azul. 

Estos sistemas nanométricos, organizados espacialmente en la nanoescala, se disponen de manera análoga a los átomos de un cristal. 

De allí viene el término “cristales fotónicos”. 

En un cristal fotónico, las ondas de luz se reflejan y refractan en cada uno de los objetos periódicos y dan lugar a una marcada amplificación del color azul.

El nanosistema 

La nanotecnología tiene diferentes niveles de complejidad. La síntesis de nanopartículas o películas delgadas transparentes es la piedra fundamental para esta clase de sistema nanotecnológicos. 

A partir de allí, la complejidad puede incrementarse mediante la creación de nanosistemas espacialmente organizados. 

El equipo de investigadores UNSAM-UBA-CNEA-INTI diseñó un cristal fotónico que surge de la apilación de esas películas delgadas (nanoestructuradas para regular el comportamiento de la luz) luego de haberles incorporado nanopartículas metálicas en posiciones bien definidas y estratégicamente elegidas. 

Estos nanosistemas requieren miles de cálculos y definiciones acerca de sus funciones. 

Si las capas son porosas y ópticamente claras, la luz y las moléculas pueden entrar y salir, y el nanosistema puede servir como un sensor o un centro de catálisis, apto para ser activado con irradiaciones controladas de luz.

Para este trabajo, se diseñó un cristal fotónico poroso que atrapa y concentra luz de determinado color y la inyecta en las nanopartículas de plata que están incluidas en el sistema poroso. 

Las nanopartículas reciben esa luz y pueden transferir esa energía a sus alrededores. 

Este efecto fue usado en este caso para mejorar la detección de moléculas que están atrapadas dentro de los poros. Soler Illia concluye: 

“Este tipo de nanosistemas permite al mismo tiempo atrapar un contaminante o una molécula biológica y detectarlo mediante una vía optica. 

Como la técnica que se ha desarrollado es compatible con la industria electrónica y de fibras ópticas, esto puede dar lugar a sensores ópticos de la molécula que se elija y además tiene potencial en sensado remoto en medioambiente, en la industria de alimentos o incluso en salud”.

Por Alejandro Zamponi – gentileza UNSAM.

CONICET